Una de las sensaciones más angustiosas por las que alguien puede pasar es aquella en la que todo deja de importarnos. Cuando perdemos la esperanza y nada nos importa se crea un vacío en nuestro interior que parece absorber cada gramo de felicidad. La R.A.E define esperanza como estado del ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos. Es decir, se trata de la confianza que depositamos en que ocurra aquello que queremos. De esta forma, cuando perdemos la esperanza, de algún modo, comenzamos a creer que nada de lo que deseábamos va a ocurrir. O mejor dicho, abandonamos toda certeza de que aquello que podía hacernos felices tendrá lugar.
Generalmente viene tras un periodo de obsesión por encontrar a la 'pareja perfecta' y sentir que se ha fracasado en el intento. Junto con la pérdida de esperanza, se añaden sentimientos de angustia y tristeza, como un vacío que no se sabe muy bien cómo llenar.
La esperanza nos empuja a actuar, nos ayuda a tomar decisiones y nos mantiene motivados y en marcha. - Más emociones positivas. La esperanza va acompañada de emociones positivas, como entusiasmo, felicidad o confianza y nos hace más amables y amistosos con los demás
Somos víctimas de nuestras propias aflicciones mentales, los enemigos de la paz y la serenidad. Estas aflicciones ,el apego, el odio, el orgullo, la avaricia, etc. son estados mentales que provocan en nosotros conductas que causan toda nuestra infelicidad y sufrimiento. ¿Qué os hacen pensar estas palabras? Exacto, somos nosotros quienes perdemos la esperanza y hacemos que nada nos importe.
Ni más ni menos que se trata de que nuestra mente es la que pierde la esperanza y hace que nada nos importe. La vida sigue, sin embargo, son nuestras emociones negativas las que nos hacer ver nuestro entorno en tonos demasiado oscuros. Así pues, ha llegado el momento de reconectar con nosotros mismos. Como afirma la teoría de las Inteligencias Múltiples de Howard Gardner, es hora de desarrollar nuestra Inteligencia Intrapersonal, aquella que nos sirve para conocernos a nosotros mismos y saber gestionar nuestras emociones. También entra en juego la Inteligencia Emocional, la cual se podría comparar con la Inteligencia Intrapersonal y la Interpersonal de Gardner. Como podemos ver, la psicología budista y la teorías modernas sobre la felicidad y el conocimiento interior están más cerca de lo que parece. Gardner habla de la Inteligencia Intrapersonal como «la capacidad de establecer contacto con los propios sentimientos, discernir entre ellos y aprovechar este conocimiento para orientar nuestra conducta».
En primer lugar, cuando entramos en un estado de desesperanza que nos impide afrontar nuestro día a día con normalidad, lo primero que debemos hacer es acudir a un profesional de la psicología. A pesar de que la felicidad radique en nuestro interior, no siempre sabemos cómo extraerla ni tenemos las herramientas para afrontar los contratiempos. El hecho de que la felicidad genuina se ubique en cada uno de nosotros, no es sinónimo de que, por arte de magia, podamos ser felices.
La felicidad requiere entrenamiento, mimo, cariño, paciencia, motivación, perseverancia. Pero, si está dentro de cada uno de nosotros, ¿por qué requiere tanto esfuerzo? La respuesta es fácil: porque desde pequeños nos han enseñado a buscarla fuera. Nos han condicionado a que depende de tener un gran sueldo, un buen trabajo, a ser famoso, a tener un coche caro, etc. Crecemos con miedo a ser «insignificantes«. De alguna forma, nos han condicionado a que tener un pequeño piso, un coche de precio medio y un trabajo con un sueldo que nos permita vivir, es conformarse con poco… Por ello, siempre aspiramos a más, y más, y más y por eso nada nos llena.
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